jueves, abril 24, 2014

Torn

Los viajes en avión suelen ser repetitivos, salvo por una que otra nueva turbulencia que no habías experimentado antes, o un nuevo tipo de sandwich en el menú, todo lo demás sigue siendo bastante similar.

Tú llegas, haces fila para abordar, eliges si subir por adelante o por la cola, guardas el equipaje de mano, encuentras un comodo asiento completamente igual a los demás, generalmente eliges uno con bonita vista al ala para apreciar las turbinas, te abrochas el cinturón y decides recargar tu cabeza para alejar los malos pensamientos de explosión y muerte.

Subo a un avión por lo menos unas 4 veces al año desde hace casi cinco años, eso equivale a unos 25 vuelos en total abordados, contando algunos años que han sido más de 4. Creo que 25 es un número grande para casi cinco años, confio en que las probabilidades de yo muriendo en un accidente aereo sean menores de 1 a 26.

Cuando haces algo con frecuencia se convierte en tu pequeño ritual personal, un proceso que te remonta al proceso anterior y así indefinidamente hasta que comienzas a olvidar la primera vez que lo hiciste. Nunca he disfrutado de los aviones, se que son cientificamente más seguros que otras alternativas, pero a veces tengo etapas de confianza y otras de miedo, unos años los aviones me fascinan, otros me aterran sin sentido, nunca un punto intermedio; para eso debo recargar la cabeza, cerrar los ojos y alejar esos malos pensamientos de una maldita vez.


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