viernes, abril 24, 2009

Influencia

Así empieza la historia, hace tres meses a un transeúnte que en sus zapatos no había más que calcetas blancas transita las calles de la capital de su única ciudad a la que puede llamar hogar a pesar de sus fallas. Crimen, política, niños vendiendo cajas de chicles vacios. Todo eso no es nada para él ya que uno se llega a acostumbrar a cualquier cosa cuando existe un balance de por medio, ya sean unos ricos tacos o una persona especial. Lo peor del mundo deja de importar cuando tienes algo o alguien por quien luchar, y el transeúnte lo sabe, por eso no tiene miedo de nada, claro, excepto la muerte o que le roben su coche. El transeúnte tose ligeramente antes de entrar al metro.
Los minutos pasan como horas al estar enganchado en un gancho de metal mientras escuchas canciones y sientes una ligera incomodidad en la garganta, ignorando las demás toses que se escuchan en las entrañas del metro que viaja a toda velocidad sobre una selva de cemento que guarda un inquietante secreto. 
Varios días después, alrededor de 30 personas, incluyendo nuestro transeúnte, se ven fatigadas por la ligera molestia en la garganta que evoluciona a un crudo y mucho más molesta obstrucción de las vías respiratorias, tos, y dolor de cabeza. Síntomas de una enfermedad común y tratable, conocida por todo el mundo, nadie se preocupa.
Varios días después otras 30 personas aparecen en distintos hospitales presentando los mismos síntomas, cansados de padecerlos y tratarlos desde la comodidad de sus botiquines sin éxito alguno, ruegan a las enfermeras que les haga el favor de que los atienda el guapo doctor inmediatamente para poder volver a casa temprano y ver la novela de la tarde. 
El tiempo pasa y para los doctores se vuelve evidente que algo había de extraño en esas 60 personas, a medida que pasa el tiempo el número aumenta ligeramente de pacientes cuyo problema no puede ser resuelto por los métodos comunes practicados por ellos mismos. 
Los jefes de los doctores se enteran, y luego los jefes de los jefes de los doctores se preocupan de que tal vez, este sea un problema ligeramente más mayor de lo que otros pensaban. Deciden guardar silencio al respecto, con la única finalidad de preservar la tranquila belleza de la capital y de sus habitantes, para no preocuparlos con cargas de un futuro post apocalíptico más cerca de lo imaginado.
Otro tiempo ha transcurrido y los primeros 60 pacientes yacen muertos bajo una sabana en el sótano de un hospital, algunos de sus cadáveres son usados como mapas para trazar un plan de investigación, y disminuir el pánico.
Cientos de personas, inclusive otros transeúntes en la capital comienzan a padecer una ligera molestia en sus gargantas, a medida que el sol se ahoga en el horizonte, la llamarada roja del cielo se expande como una mancha de pintura producida por un artista demente y la incertidumbre se expande como combustible invitando al fuego a pasar.
Después de los tres meses, el secreto que guardaba la ciudad ya no es tan secreto, teniendo en su lecho a casi mil personas, padeciendo de la mismo rara enfermedad, los jefes de los jefes de los jefes de los doctores comienzan a tomar cartas en el asunto.
Como si un gigante se despertara, noticias comenzaron a inundar los monitores y pantallas de LCD, noticias que ya no cumplen solo el propósito de horrorizar y esparcir el miedo a lo invisible, sino para avisar y preparar sobre un posible cambio en sus estilos de vida.
Todas las escuelas, todos los museos, bibliotecas, edificios públicos cierran sus puertas ese día, supuestamente como un acto de prevención que durará poco, las calles se vuelven desérticas al ritmo de los pasos de la gente que huyen un tanto confundidas de otras personas con ligeras molestias en sus gargantas. 
En la televisión aquel hombre que encabeza aquella organización de la cual nunca habías oído pero supuestamente protege al mundo de enfermedades raras dice: “Estamos muy, muy preocupados. Tenemos lo que parece ser un nuevo virus y se ha contagiado entre seres humanos.”
La gente ahora se mueve rápido, al contrario del silencio y la complicidad de antes. El miedo se esparce y el transeúnte yace muerto y cubierto por una sabana en el sótano del hospital. 
En la recepción, sus amigos y familiares lloran su perdida. 
Su muerte ha provocado en alguno de ellos la sensación de que su hogar al fin se ha vuelto en contra de ellos, y el balance se quiebra. 

1 comentario:

ilse dijo...

ala
deverias de escribir ciencia ficcion!!!
amo como escribes
en fin ya deberia de estar acostumbrada, por algo TU guion (por k no siento k alla participado de verdad) fue el mejor de la escuela.
mm
ya es todo me voi love u novio de repuesto
xD

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